lunes, 14 de julio de 2008

La modernidad y la justicia social llegan a Macondo

Mi apellido me acerca peligrosamente a la que mucho consideran la obra maestra de Gabriel García Márquez.

Si hubiera nacido en Colombia probablemente sería oriundo del pequeño pueblo de Aracataca (conocido por el pseudónimo de Macondo) ya que hay más cosas que me atan a esa familia que mi apellido. Hace no mucho mi mujer me dijo que a mi no se me complicaba la onda de los dos mil José Arcadios y los 20 Aurelianos por que mi familia es igual.

Para mi es completamente normal que haya por lo menos un Rafael en tres generaciones distintas o incluso que haya dos hermanos que su primer nombre sea ese. Lógicamente se diferencian por medio de apodos. Tengo tías y primos que probablemente he visto una vez en la vida con mucha suerte, y seguimos siendo familia.

Para que se den una idea les pongo un ejemplo, mi primo Gustavo, al que sí conozco y aunque no frecuento tanto como me gustaría me llevo con él, hace algunos años decidió viajar a Australia. Antes de irse su mamá le dijo:

-Pasas con tu prima… (No recuerdo su nombre, vamos a llamarle Mariana) –Pasas con tu prima Mariana si necesitas algo
-Pero no la conozco
-No importa, es hija de tu tía… (Tampoco recuerdo el nombre pero creo que tiene algo que ver con mi tía Misita) dile que eres nieto de tu abuela y ya.

Acto seguido mi primo viaja a Australia y no se bien por que llega a casa de la prima que por lo que tengo entendido jamás había visto. Me imagino la escena algo más o menos así:

Al llegar a la puerta Gustavo no estaba seguro si debía tocar o no. Creía que sólo estaba perdiendo su tiempo ya que ni él ni su prima se habían visto la cara. Después de decidir que ya estaba ahí y no tenía mucho caso salir corriendo decidió tocar la puerta. Al mismo tiempo que presionaba el botón del timbre sentía cierta reticencia al respecto, pero ya no había mucho que hacer, el clásico timbre melódico ya había cumplido con su propósito de existir.

Después de algunos segundos una mujer abrió la puerta. Altura promedio, tez clara, pelo castaño oscuro y ojos negros, lógicamente ella pregunta en ingles:
-Hi, how can I help you?
A lo que él contesta
-Hola, soy tu primo Gustavo, hijo de Rosana, nieto de Lupita, prima de tu mamá, vengo de visita.
En ese momento la cara de Mariana cambia
-¡Pásale, que noticias me tienes de la familia!

El resultado de esta escena es mi primo quedándose algunos días en casa de la prima, así nomás, techo, comida y cobija por el tiempo necesario únicamente por ser “familia”, muy al estilo de Macondo. Así es mi familia, numerosa con una que otra persona agradable e interesante.

Lo que me llevó a pensar en todo esto es que hoy me sentí como en aquel pequeño pueblo. El refrigerador que teníamos decidió retirarse después de poco más de 10 años. Era un refrigerador pequeño, no necesitamos más sólo somos dos, color blanco y con piezas de plástico, de esos que no son lo suficientemente viejos como para aguantar 20 años por lo que se hacen desechables más rápido. Cumplió de manera excelente enfriando todo lo que le metíamos, sólo que el congelador no servía bien.

Esto tenía varios problemas, siendo el principal la falta de hielo. No se podía hacer hielo o dejar una bolsa comprada ya que se derretía. Tampoco se podían comprar cosas que necesitaran de congelación como pescado, carne o helado. Todo tenía que comprarse ese mismo día o con uno de anterioridad, no más.

Después del fatídico episodio el fin de semana en el cual mi mujer martillaba las paredes de hielo del congelador, con el cuidado necesario que sólo alguien que lo ha hecho muchas veces conoce, cuando cayó un enorme trozo de hielo dejando al descubierto una fuga de gas la cual anunciaba el final del aparato mientras la intensidad disminuía al vaciarse por completo.

Así que hoy llegó el refri nuevo, y eso se traduce en hielo. Sí, hielo hecho en casa y de manera constante. Me imagino que el mismo gusto le dio al Coronel cuando su padre lo llevó a conocer el hielo, o a su hijo Triste cuando fundó la fábrica de hielo en Macondo.

Total que la modernidad y la justicia social han llegado a la casa y de ahora en adelante podré tomar agua con hielo cada vez que quiera.

1 comentario:

Doña M dijo...

Hieloooooooo! Hielooooooo!

Pero te tengo un chisme: me eché la puerta del pasillo y los sartenes ya no sirven....